por: Silvia Gomez*
Los ubico…
Universidad de los Andes, Bogota 1998, La Caneca (arriba en las montañas ya casi tocando las estrellas… sede deportiva de la Universidad).
La cancha, mitad tierra, mitad pasto, el clima frío y lluvioso, pero siempre un combo de mas o menos 20 personas que subían sagradamente todos los viernes en la tarde a jugar frisbee contra los Mostazos. Fidel J., Ricardo J., Nanan, Silvia Helena y posteriormente Zulu, eran el combo que Juan Jaime, Correa, Rafa y sus amigos se proponían a vencer sin falta.
Los equipos, generalmente dispersos, disparejos y heterogéneos, a veces 8 contra 11 generalmente todos desconocidos. Un juego muy intuitivo, rápido, con nada de técnica y mucho menos estrategia. En medio de un ambiente tenso, pues siempre había que ganar, recuerdo a Juan Jaime gritando y manoteando desesperado, MARQUEN A LA NIÑA…pero quien tiene a la niña…anulela.
Y así…
Empezó mi pasión/obsesión por el ultimate: escapándome de los amigos de Juan Jaime para anotar goles inesperados, sacar un forehand de sorpresa o recibir sonriendo un pase perfecto de Fido o Zulu. Soñando con lo que para mi era el mejor piropo indirecto: “pero como se deja ganar de una niña”.
Con el tiempo aparecieron verdaderas guerreras como Lucia, Pachita, Caji, Carolina García entre muchas otras, cambiando históricamente la visión de las niñas en la cancha: pasamos de ser una carga a ser un arma. Se volvió cada vez mas difícil que me echaran piropos pues escaparse de Lucia o de Pachita requería de mucha más habilidad, así como tratar de detener sus explosivas intervenciones, siempre muy efectivas.
Mientras tanto, consagradas deportistas como Aleja, iban sembrando sus semillas en Medallo y la Caneca se llenaba de chicas que preferían llegar tarde, sudando a clase y con los codos embarrados que quedarse hablando con las amigas en los huecos. Se formo el primer grupo de los Andes, sin que aun tuviera cara de “equipo”. Otro combo se iba formando en la Universidad Pedagogica hasta que organizamos nuestro primer torneo en Fusagasuga. Varios equipos Coed se peleaban el trofeo más anhelado: un frisbee de madera con los letreros hechos a mano. Mientras solo dos grupos de niñas luchaban por el primer puesto: el que ganara dos partidos de tres. ¿Aburrido? Hoy suena patético, pero en su momento fue exorbitante, novedoso y muy emocionante. Pasamos de ser tres pinches gatas a organizar un torneo, elegir goleadora, pasadora y tomar la decisión de meterle la ficha al “Ultimate femenino en Colombia”. La cosa iba cogiendo forma y nuestro sueño de jugar con niñas y contra niñas se fue consolidando. También la necesidad de lanzar mejor, organizarnos en la cancha, diseñar la defensa, y no correr más, sino más rápido y más inteligentemente. Motivaciones que nos llevaron a tomar la decisión de “entrenar periódicamente” y finalmente formar Wayra .
Once años mas tarde hay mas de 12 equipos sólidos de mujeres valientes que cambian lo que sea por jugar ultimate y ser mejores deportistas.
Lo blanco…
Hoy no puedo hablar desde adentro de la tribu como tanto me gustaría hacerlo, pero desde afuera quiero compartir algunos de los pensamientos que surgieron en los mejores momentos de mi vida: cuando pensaba, respiraba, sentía, cantaba, soñaba y todo me sabía a “ultimate frisbee”.
Las mujeres que dedican todo su tiempo libre a jugar Ultimate tienen cualidades admirables. Capacidades especiales y mucha energía. Primero porque no era fácil liberar tiempo en medio de presiones familiares, conyugales, estéticas, académicas y/o laborales. Hay que ser mama, ir a la peluquería, acompañar a la abuelita, llegar a tiempo al almuerzo del día de la madre, no fallarle a la amiga despechada, contentar a los papas al novio o al esposo antes de colgarse los guayos y prepararse para un sábado entero de plena ausencia. Sabiendo que a pesar de que prometió llegar a casa a las 3:00pm en un día de campeonato, le va a tocar aguantarse el regaño por llegar, si le va bien, a las 8pm. Y además, le figura disfrutarse la fiesta del sábado por la noche como si hubiera visto películas todo el día. Lidiar en silencio, con los dolores en todo el cuerpo, los hombros ardidos por el sol, las raspadas múltiples y las ganas de comentar los “highlights” o en su defecto los errores crasos de la jornada.
Y segundo porque si logran sacar el tiempo, llegan calladitas, puntuales y sin contar todo lo que les ha tocado hacer para estar ahí. Simplemente entran a la cancha y logran una magistral mezcla de delicadeza y coraje, alegría y rabia, nervios y perseverancia, elegancia y rudeza.
Sin demeritar a los hombres, pienso que ver volar, defender, anotar, correr y celebrar a una mujer con “intensidad femenina” le mueve la tripa y el corazón a cualquiera. Las mujeres en el juego logran juntar los sentidos, los sentimientos, la racionalidad y la intuición. Una chica detrás de un disco no deja de sorprenderme, bien sea por su democracia, dulzura, seducción o disciplina.
Lo negro….
Tanta pasión tiene sus pormenores. Los equipos de chicas se enfrentan diariamente con el reto de pensar y actuar como un equipo de deportistas serias. No como un grupo de amigas que se congregan en la cocina para tomar el te y hablar del resto del planeta. No sé porque tenemos también, la capacidad de tomarnos todo muy personal. Y cuando se trata de exigir, tomar decisiones, hablar sobre lo que no funciona y tiene que cambiar, esa capacidad de mezclar los sentimientos con la razón y la intuición no es tan práctico.
Consolidar un equipo de niñas es un video, pero no porque falte talento, sino porque a todo le damos doble debate y cualquier mirada o comentario se queda patinando en nuestra cabeza/corazón, siempre tiene diversas interpretaciones y el sentimiento termina interfiriendo con nuestro rendimiento en la cancha. Las mujeres jugamos de afuera hacia adentro no se adentro hacia fuera. Queremos que nos miren, nos gusta que nos admiren y queremos que nos digan cuan buenas jugadoras somos. Quizás, si le pidiéramos un poco de silencio al corazón mientras el disco esta volando, la fuerza del cuerpo y la voz de la razón, mejorarían su rendimiento sin excepción.
Los ubico…
Universidad de los Andes, Bogota 1998, La Caneca (arriba en las montañas ya casi tocando las estrellas… sede deportiva de la Universidad).
La cancha, mitad tierra, mitad pasto, el clima frío y lluvioso, pero siempre un combo de mas o menos 20 personas que subían sagradamente todos los viernes en la tarde a jugar frisbee contra los Mostazos. Fidel J., Ricardo J., Nanan, Silvia Helena y posteriormente Zulu, eran el combo que Juan Jaime, Correa, Rafa y sus amigos se proponían a vencer sin falta.
Los equipos, generalmente dispersos, disparejos y heterogéneos, a veces 8 contra 11 generalmente todos desconocidos. Un juego muy intuitivo, rápido, con nada de técnica y mucho menos estrategia. En medio de un ambiente tenso, pues siempre había que ganar, recuerdo a Juan Jaime gritando y manoteando desesperado, MARQUEN A LA NIÑA…pero quien tiene a la niña…anulela.
Y así…
Empezó mi pasión/obsesión por el ultimate: escapándome de los amigos de Juan Jaime para anotar goles inesperados, sacar un forehand de sorpresa o recibir sonriendo un pase perfecto de Fido o Zulu. Soñando con lo que para mi era el mejor piropo indirecto: “pero como se deja ganar de una niña”.
Con el tiempo aparecieron verdaderas guerreras como Lucia, Pachita, Caji, Carolina García entre muchas otras, cambiando históricamente la visión de las niñas en la cancha: pasamos de ser una carga a ser un arma. Se volvió cada vez mas difícil que me echaran piropos pues escaparse de Lucia o de Pachita requería de mucha más habilidad, así como tratar de detener sus explosivas intervenciones, siempre muy efectivas.
Mientras tanto, consagradas deportistas como Aleja, iban sembrando sus semillas en Medallo y la Caneca se llenaba de chicas que preferían llegar tarde, sudando a clase y con los codos embarrados que quedarse hablando con las amigas en los huecos. Se formo el primer grupo de los Andes, sin que aun tuviera cara de “equipo”. Otro combo se iba formando en la Universidad Pedagogica hasta que organizamos nuestro primer torneo en Fusagasuga. Varios equipos Coed se peleaban el trofeo más anhelado: un frisbee de madera con los letreros hechos a mano. Mientras solo dos grupos de niñas luchaban por el primer puesto: el que ganara dos partidos de tres. ¿Aburrido? Hoy suena patético, pero en su momento fue exorbitante, novedoso y muy emocionante. Pasamos de ser tres pinches gatas a organizar un torneo, elegir goleadora, pasadora y tomar la decisión de meterle la ficha al “Ultimate femenino en Colombia”. La cosa iba cogiendo forma y nuestro sueño de jugar con niñas y contra niñas se fue consolidando. También la necesidad de lanzar mejor, organizarnos en la cancha, diseñar la defensa, y no correr más, sino más rápido y más inteligentemente. Motivaciones que nos llevaron a tomar la decisión de “entrenar periódicamente” y finalmente formar Wayra .
Once años mas tarde hay mas de 12 equipos sólidos de mujeres valientes que cambian lo que sea por jugar ultimate y ser mejores deportistas.
Lo blanco…
Hoy no puedo hablar desde adentro de la tribu como tanto me gustaría hacerlo, pero desde afuera quiero compartir algunos de los pensamientos que surgieron en los mejores momentos de mi vida: cuando pensaba, respiraba, sentía, cantaba, soñaba y todo me sabía a “ultimate frisbee”.
Las mujeres que dedican todo su tiempo libre a jugar Ultimate tienen cualidades admirables. Capacidades especiales y mucha energía. Primero porque no era fácil liberar tiempo en medio de presiones familiares, conyugales, estéticas, académicas y/o laborales. Hay que ser mama, ir a la peluquería, acompañar a la abuelita, llegar a tiempo al almuerzo del día de la madre, no fallarle a la amiga despechada, contentar a los papas al novio o al esposo antes de colgarse los guayos y prepararse para un sábado entero de plena ausencia. Sabiendo que a pesar de que prometió llegar a casa a las 3:00pm en un día de campeonato, le va a tocar aguantarse el regaño por llegar, si le va bien, a las 8pm. Y además, le figura disfrutarse la fiesta del sábado por la noche como si hubiera visto películas todo el día. Lidiar en silencio, con los dolores en todo el cuerpo, los hombros ardidos por el sol, las raspadas múltiples y las ganas de comentar los “highlights” o en su defecto los errores crasos de la jornada.
Y segundo porque si logran sacar el tiempo, llegan calladitas, puntuales y sin contar todo lo que les ha tocado hacer para estar ahí. Simplemente entran a la cancha y logran una magistral mezcla de delicadeza y coraje, alegría y rabia, nervios y perseverancia, elegancia y rudeza.
Sin demeritar a los hombres, pienso que ver volar, defender, anotar, correr y celebrar a una mujer con “intensidad femenina” le mueve la tripa y el corazón a cualquiera. Las mujeres en el juego logran juntar los sentidos, los sentimientos, la racionalidad y la intuición. Una chica detrás de un disco no deja de sorprenderme, bien sea por su democracia, dulzura, seducción o disciplina.
Lo negro….
Tanta pasión tiene sus pormenores. Los equipos de chicas se enfrentan diariamente con el reto de pensar y actuar como un equipo de deportistas serias. No como un grupo de amigas que se congregan en la cocina para tomar el te y hablar del resto del planeta. No sé porque tenemos también, la capacidad de tomarnos todo muy personal. Y cuando se trata de exigir, tomar decisiones, hablar sobre lo que no funciona y tiene que cambiar, esa capacidad de mezclar los sentimientos con la razón y la intuición no es tan práctico.
Consolidar un equipo de niñas es un video, pero no porque falte talento, sino porque a todo le damos doble debate y cualquier mirada o comentario se queda patinando en nuestra cabeza/corazón, siempre tiene diversas interpretaciones y el sentimiento termina interfiriendo con nuestro rendimiento en la cancha. Las mujeres jugamos de afuera hacia adentro no se adentro hacia fuera. Queremos que nos miren, nos gusta que nos admiren y queremos que nos digan cuan buenas jugadoras somos. Quizás, si le pidiéramos un poco de silencio al corazón mientras el disco esta volando, la fuerza del cuerpo y la voz de la razón, mejorarían su rendimiento sin excepción.
* Silvia fue jugadora de Wayra y Euforia
1 aportes:
Que bueno es saber de ti nuevamente Silvi, espero todo te este saliendo muy bien y algun dia podamos verte de nuevo con nosotros. Creeme que somos muchos los que nos acordamos del dueto de oro Silvi - Pachita, verlas jugar era lo maximo y tengo muy buenos recuerdos de cuando comence a jugar y admiraba y me encantaba verlas jugar.
Un abrazo muy grande Silvi
Publicar un comentario