Revolution 2010

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por: Andrea Macia
Jugadora Club Revolution

El año 2010 fue un año demasiado importante para nuestro equipo y estoy segura que es un año que ninguna de nosotras olvidará. La mayoría de nuestras jugadoras se encontraban en procesos de selección Colombia y paralelamente comenzamos un nuevo proceso de semillero con nuevas jugadoras que lo lideraron los entrenadores y algunas jugadoras que no fueron a los mundiales.

Después de que las junior volvieran del mundial, todas nos íbamos a volver a reunir para empezar nuestro proceso como equipo para enfrentarnos a las diferentes competencias del año.

Uno de los objetivos más fuertes de nosotras durante el 2010, era fortalecer nuestro espíritu de juego, nuestra relación como equipo y empezar a disfrutar del juego sin dejar a un lado nuestra meta de ganar. Esto en parte se vio reflejado en el título que trajeron las junior y el premio al mejor Espíritu de Juego, algo que también queríamos lograr pero ya juntas como Revolution.


A la hora de volver a entrenar juntas en Agosto, nos enfocamos mucho en disfrutar, en querernos y en entrenar duro para ganar los nacionales. Hicimos varias actividades donde nos reuníamos a comer, a hablar, donde logramos generar un vínculo súper fuerte entre todas nosotras y ya no nos veíamos como compañeras de juego sino como hermanitas. Lo que le pasaba alguna nos dolía a todas, si alguien se equivocaba ahí estaba todo el equipo para apoyarla. No se aceptaba ni un comentario negativo ni una malacara, solamente palabras positivas y la mejor de las energías. Eso era parte de nuestro plan de entrenamientos: El respeto y el amor por la otra.

Nuestros entrenamientos eran exigentes a nivel físico, táctico y mental, pero lo mejor de todo era salir con la satisfacción de haber pasado lo mejor, de haber reído. Todas esas cosas nos hacían ver que no teníamos límites, hicieron que cada una de nosotras sacara lo mejor de sí porque somos un EQUIPO, y no funcionamos si alguna va mal.

La experiencia en Cali yo creo que fue de las mas enriquecedoras para nosotras. Desde Medellín, antes de jugar un partido, calentábamos bailando, siempre con la grabadora de aleja haciendo coreografías, inventando pasos e improvisando. Esto hacía que todas nos relajáramos y nos activáramos para jugar. Desde los drilles empezábamos a hacer todo al 100%, con una sonrisa en la cara, apoyando a nuestra compañera. En Cali no fue distinto. Nos quedamos todas en una casa, donde tuvimos la oportunidad de compartir grandes momentos. Durante el torneo nos propusimos a disfrutar cada instante sin importar lo que pasara, a mantener la calma si las cosas no estaban bien, a confiar en cada una de nuestras compañeras, y a respetar a nuestro rival siempre jugándoles a un 100%. Cada uno de los partidos los jugamos como si hubieran sido la final, y jamás nos gritamos, pero eso sí, nos los gozamos como nadie.

Prácticamente a nuestro entrenador no le tocó decirnos nada por que nosotras ya sabíamos lo que teníamos que hacer, solamente nos decía pequeñas cosas para tener en cuenta pero cada una sabía que su papel era darle lo mejor a Revolution. Hubo partidos duros, como el de Bamboo, que aún así hubiéramos perdido lo hubiéramos hecho felices, por que dimos lo mejor de nosotras. Pienso que quedamos campeonas por que empezamos a ver nuestro equipo y nuestro deporte de una manera muy diferente, donde ganar es importante, pero donde lo realmente importante es disfrutar con el equipo, donde siempre exista el apoyo, donde tus compañeros siempre te estén hablando desde la línea y donde exista el respeto. Nuestro equipo, Revolution, se convirtió en una familia donde perseguimos un mismo objetivo pero entendiendo que necesitamos de todas para lograr alcanzarlo.